La semana pasada recibí una buena retahíla de llamadas de periodistas a raíz de esta noticia: “Las fiestas de Perlora echan el cierre por la asfixia de la SGAE“.
–¿Es legítimo cobrar derechos de autor hasta llegar a este punto?– Pregunta el periodista.
–Sí, pero no todos lo hacemos-, es mi respuesta.
Me voy a extender un poco sobre el tema, y os resumiré las explicaciones que fuí dando a diferentes medios y periodistas:
En primer lugar, quiero dejar claro que mis derechos de autor son míos. Los gestiono yo y nadie más que yo. Si te apetece, puedes escuchar mis canciones gratis en muchos canales, porque yo intento llegar a ti con todos los medios a mi alcance. No es imprescindible que pagues por escuchar música y mucho menos si es de dominio público, porque la duración de los derechos de autor varía en cada país (en España es de 70 años tras la muerte del autor). Yo empecé mi carrera dedicándome a las músicas de raíz, y sobre la música tradicional y su tortuosa relación con los derechos de autor he escrito mucho. Te recomiendo echarle un vistazo a este artículo.
Yo estoy encantado de que escuches mis canciones, que las compartas, las cantes en un bar con tus amigos, las lleves en el coche, las pongas a tus hijos o sean la sintonía de una cena romántica con tu pareja. Para eso las hice, para ser la banda sonora de tu vida. ¿Quieres usarlas para algo comercial? Entonces debes pedirme permiso (o te las verás con mis abogados!). Es probable que si eres profesional y quieres cantarlas en un concierto, sólo te pida que digas que son mías. Pero si vas a ganar dinero gracias a ellas, algo tendrás que pagarme. Si utilizamos algo que no es nuestro para ganar dinero, es muy probable que tengamos que pagar. Por ejemplo, cuando yo quise grabar una canción que no era mía como Mi Chorro de Voz (de Salvador Flores), mi oficina pagó los derechos de autor a sus herederos y a la empresa gestora.
En resumen, los derechos de autor conllevan hablar de dinero, y por eso cuando son noticia no suele ser para bien. Al contrario: aparecen como una losa económica para promotores de conciertos sin dinero suficiente, comisiones de fiestas que cancelan eventos…
Por eso las preguntas son lógicas: ¿tan importantes son? ¿Es inevitable pagarlos?.
Mis respuestas son NO y NO.
Sobre su importancia, te diré que ya no son lo que eran. No sé si sabrás que hasta hace unas décadas, los derechos de autor eran casi lo único que teníamos los músicos más allá de las actuaciones en directo. Cuando la primera Sociedad de Autores nació, allá por 1899, era un servicio de alquiler de partituras, porque mientras los empresarios de variedades se enriquecían en las taquillas de los teatros, los compositores no cobraban nada y vivían en el umbral de la pobreza. Un compositor genial como Mozart murió en la miseria precisamente por eso (entre otros avatares y vicios personales).
La propiedad intelectual es irrenunciable. Del mismo modo que hacen los arquitectos, los músicos del pasado registraban la representación gráfica de sus ideas, y en lugar de venderla (una única vez por composición) “alquilaban” su música (escrita en partituras) y así sacaban rentabilidad cada vez que alguien quería interpretarla. Pero mientras que Óscar Niemeyer o Norman Foster no cobran una mensualidad a los inquilinos de sus edificios, muchos músicos sí que quieren cobrar cada vez que alguien escucha o toca su canción. Los derechos de autor sacaron de la miseria a músicos del pasado, pero actualmente pueden generar deudas que conllevan el cierre de negocios, la cancelación de eventos y fiestas, e incluso pueden llegar a costarnos millones de euros del presupuesto público.
Los derechos de autor siguen siendo una vía de ingresos importante para muchos músicos. Lo que nos lleva a la segunda pregunta: ¿es inevitable pagarlos?.
Para muchos artistas independientes, los derechos de autor no significan gran cosa más allá de certificar la autoría, algo que puedes hacer en tu oficina de la propiedad intelectual más próxima o consiguiendo un depósito legal al depositar tus obras en la Biblioteca Nacional. Actualmente hasta los e-mails tienen validez judicial…
La autoría es importante reconocerla, porque los plagios musicales entre artistas y productores parece que se han vuelto habituales y la lista de “pilladas” crece asombrosamente, mientras las cifras millonarias que manejan arreglarían la vida a mucha gente de a pie. ¿Sabías que con apenas cuatro acordes se han hecho muchas grandes canciones de la historia de la música? Imagina que todos los compositores nos denunciamos unos a otros…
–Oye tío, has puesto los mismos acordes de una canción que yo dediqué a mi novia-.
–Mira chaval, los acordes son de todos, y los coloco donde me apetece-.
Los músicos aprendemos unos de otros, nos influímos unos a otros y eso sí que es algo inevitable. Pero ahora los tiempos han cambiado y las sociedades desarrolladas reconocen que saber música es un derecho cívico, una disciplina artística de fuerte conexión con la ética y el sentimiento de las personas, amén de un lenguaje universal. La profesionalidad en la música conlleva algo de todo esto: crear, tocar, componer, enseñar… Quiero decir que los músicos profesionales tenemos vocación, pero también hacemos una actividad empresarial, cotizamos a la seguridad social y cobramos dinero por nuestro trabajo (y no solamente cerveza Mahou!).
Si algunos artistas quitamos importancia a los derechos de autor, no es que seamos menos profesionales. Al contrario, es porque no aportan mucho económicamente y vemos los problemas que pueden llegar a causar a nuestro público. Resulta revelador que los músicos que más respeto reclaman para los derechos de autor sean –o hayan sido– asalariados de grandes discográficas. Quiero decir que algunos músicos, cuando no han naufragado en el océano de fama, alcohol y drogas que fomenta la industria o no han sabido rentabilizar y gestionar sus momentos de éxito, los derechos de autor son LO ÚNICO que tienen. De ahí que los defiendan con uñas y dientes y quieran “ponerle puertas al campo“. No sé si me dan más pena estos artistas venidos a menos, o los jóvenes cachorros que aspiran a ser como ellos…
Los músicos independientes podemos controlar derechos de edición, duplicación, reproducción mecánica o descarga online de nuestra música. La ponemos en plataformas como Spotify, Deezer, Google Play o Youtube, que por una suscripción muy económica te ofrecen horas de música en tu ordenador, tablet o smartphone. Eso cuando no te la damos directamente gratis para que la descargues, como hicieron U2 o hacen los Stormy Mondays.
Por eso algunos artistas no te cobramos los derechos de autor. Nuestras canciones son nuestras, pero ya ganamos al venderlas, e incluso cobramos algo (muy poco) cada vez que las escuchas gratis en aplicaciones como Spotify o Youtube.
Por eso, mientras la industria musical sigue lamentándose de la piratería y el formato físico languidece, el presente está siendo así, aquí y ahora. ¿Quieres ser un artista independiente o un asalariado? Pues depende de cómo te lo montes, o de la libertad que te deje tu empresa… Hay gente que por dinero está dispuesta a todo. El debate está servido.
En resumen queridos amigos, con las herramientas de hoy, Mozart compondría hits como churros, cobraría por su trabajo de mútliples maneras (contratos directos, paypal, itunes…) y ganaría buenos euros dando conciertos en directo (si es que le apetece tocar en público). Imagino que probablemente también se dedicase a la docencia, pero en la educación pública y no desasnando individuos de la rancia aristocracia. Es decir, que muy mal tiene que darse para que un músico a tiempo completo hoy se muera en la miseria.
Los derechos de autor de nuestras canciones son nuestros, pero algunos artistas no queremos cobrártelos porque consideramos que ya tienes bastantes impuestos. Y esto no es nuevo. Grandes músicos ya han hecho muchas canciones sobre el tema.
De nada.
Todo muy claro y muy bien expuesto. Enhorabuena. Y como músico y profesor me ha llegado al corazón la mención de aprender y conocer la música como un derecho de nuestra sociedad(enseñanza muy a menudo cuestionada y desprestigiada).
Un saludo.
Excelente explicación. Gracias.
Impresionante reflexion hector