Las grandes editoriales de música ya no estarán representadas en la Junta Directiva de la SGAE.
Cuando parece que ya nada nos sorprende respecto a esta sociedad y sus reveses judiciales, ayer se publicó una sentencia del Juzgado de Primera Instancia de Madrid -con mucho eco en la prensa nacional– que ordena el cese de los directivos que representaban a las editoriales Warner Bros, Peer Music y Emi Songs «por estar incursos en la causa de inegibilidad». El dictamen determina la vulneración de los estatutos de la entidad por llevar más de dos legislaturas en el cargo y estar vinculados a grandes discográficas.
Y alguno os preguntaréis… pero si tú no estás en la SGAE, ¿qué más te da?.
Pues resulta que la SGAE, que recauda por todo (incluso por el lápiz usb que compraste para guardar tus fotos), tiene una gran bolsa que llama «pendiente de identificación». Esa bolsa incluye, por ejemplo, los derechos de autor derivados de mis canciones, que no soy socio pero salgo en televisión, sueno en las radios y en streaming, o los cánones municipales que cobra por cada evento: el concierto benéfico de la asociación de jubilados, aquella vez que se interpretó el Requiem de Mozart, el festival de música tradicional, el monográfico sobre Las Cuatro Estaciones de Vivaldi… A veces trasciende que alguno de sus aventajados socios se apropia de música de dominio público, como la conocida «Rueda», una trama que defraudó más de 100 millones de euros entre 2006 y 2011.
Bueno, pues resulta que esta sentencia fulmina su actual sistema de recaudación porque atenta contra la ley de propiedad intelectual, y esto es muy importante, porque sólo el año pasado se repartieron entre ellos más de 200 millones de euros. El Consejo de Dirección de SGAE (formado por 8 de sus 39 directivos) era hasta ayer el órgano que aprobaba sus sistemas de recaudación, algunos tan controvertidos como el «canon digital», y los de comunicación pública, que reparten lo recaudado (más de 60 millones en 2016 por este concepto) en base a dudosos “índices de muestreo” y no a la información proporcionada, por ejemplo, por las radios y las televisiones. El resto que no se quedan por gastos administrativos lo mandan a esa bolsa «pendiente de identificación».
Esta sentencia podría evitar que la SGAE cobrase por derechos de artistas que no estamos en su catálogo, ni por la música de dominio público.
Ahora que la ley expulsa a las multinacionales de la Sociedad de Autores, yo sólo espero que no sea demasiado tarde: no hace mucho, SGAE repartió entre sus socios un gran remanente de esa bolsa «pendiente de identificación» con más de 100 millones de euros. En el reparto parece ser que varios empleados de Warner y otras multinacionales editoriales «ayudaron» a identificar miles de obras de «autor desconocido». El resto fue para los «superventas», según preveen sus estatutos.
Yo no creo que ese dinero fuese a parar a la Cruz Roja. ¿Y tú?
Recuerda que esos «superventas» no están pendientes de identificar. Al contrario, son los mismos que salen en «Pasapalabra», que juzgan quien entra en «La Voz» o que apadrinan a muchos pobres infelices que sacan un crédito bancario para patearse la carretera (como hacemos todos) y sobrevivir en el catálogo de una empresa que les ignora mientras no sean rentables.
Ojalá esos «superventas» se larguen de la SGAE detrás de sus respectivas empresas. Lo mismo así dejan por fin de robarnos a los artistas y personas honradas de este país.