Entrevista publicada el 24 de enero de 2021 en el diario La Nueva España

-¿Qué es la asturianada? ¿Cómo puede definirse el género? ¿En qué se diferencia de otros géneros “regionales”?
La asturianada es una manera tradicional de cantar, muy virtuosa, exigente y dificilísima. Un gran cantante de Oviedo, «Quin El Pescador», decía que «al lao de lo nuestro, muchos no cantan ni décimos de lotería». Y quizá tuvo razón: en las asturianadas hay que tener potencia y dulzura, fuerza y estilismo y sobre todo, dominar una rica paleta de ornamentación vocal, con guturalidades e impostaciones muy concretas. Es algo genuino de Asturias desde hace mucho tiempo. Su expansión histórica en España fue tan grande que aún vemos parentescos en las rondas sanabresas (Zamora) o las tonadas montañesas (Cantabria), por citar casos evidentes en viejas demarcaciones administrativas ligadas al Reino astur y la Asturias de Santillana.

-¿Cuándo podemos situar sus orígenes? ¿Nace con alguna composición concreta, con algún autor? ¿En qué contexto histórico o social?
Surge de la costumbre secular del pueblo y no es algo mensurable en el calendario, como una batalla. Son creaciones anónimas, sin derechos de autor y se practican, todavía hoy, en un contexto de analfabetismo musical total. La poca documentación que hay debe leerse entre líneas y hasta el mayor experto tiene problemas. Date cuenta que elementos musicales como la gaita ya estaban en los templos en el siglo XIII y el Reino de Asturias acaba de cumplir 1300 años en 2018. Vete a tú a saber… Lo cierto es que este modo de cantar es igual que las misas de gaita medievales y por eso, con papeles en la mano, sabemos que ya existía en el siglo XVI. Aunque como digo, casi seguro viene de antes…

-Su investigación se detiene en 1966, ¿por qué?
Porque las investigaciones nunca se acaban, se dejan en lugar distinto del principio. Con más tiempo y medios hubiera seguido adelante, pero todo cambió en ese momento. Aparece el primer «campeón de campeones» y se consolida una estructura de competiciones y agrupaciones semiprofesionales que aprenden su repertorio por grabaciones antes que por la tradición oral. Los concursos de posguerra, la microfonía y las emisiones radiofónicas fomentan un espectáculo al que el público asiste pagando una entrada y donde los temas se interpretan de una manera muy atlética, primando capacidades físicas frente a valores más castizos y musicales.

-¿Cuál fue la evolución del género en el periodo que estudió?
Los transmisores de su oralidad fueron arrieros, carromateros, pastores, campesinos, peregrinos… Hay textos de asturianadas ya en 1795, pero hasta 1870 no se llevaron al pentagrama. Su historia es pura supervivencia. A partir de entonces el repertorio se ensancha y rebasa el ámbito rural hasta llegar al mundo industrial y urbano. El canto ancestral de los aldeanos pasa a ser el de los obreros y los ciudadanos. Aparecen las primeras grabaciones mecánicas y los cantos se alargan. Se modifican las estructuras tradicionales y, desde los lugares más recónditos de la geografía, la asturianada se difunde a todos los estratos de la sociedad y personas ajenas a su práctica generacional. Después de la guerra todo eso se articula en torno a los famosos concursos que durante la dictadura tienen una radiodifusión que comienza en 1944, en horario de máxima audiencia y para toda Asturias.

-Desde el punto de vista de las melodías, cuál es la característica de la asturianada explicado para un público que no sea experto en el tema.
Las notas musicales van en tonos y semitonos, lo que son las teclas blancas y negras del piano. Las asturianadas tradicionales tienen otras distancias entre las notas, igual que las viejas gaitas. Son anteriores a las músicas tonalizadas y de consumo, ni siquiera hoy siguen intervalos ni reglas armónicas convencionales. Tampoco tienen ritmo ni compás, y todo depende de la capacidad respiratoria del intérprete y su habilidad para adornar.

-¿Y desde el punto de vista de las letras? ¿Alguna temática que le haya sorprendido/interesado especialmente?
La tierra, el ganado y la industria constituyen una tríada sobre la que pivotan temas transversales como el asunto laboral, el amoroso, el patriótico, la naturaleza y la denuncia social. El testimonio de épocas pretéritas narra sucesos conflictivos y hay inconfesables situaciones amorosas que sirven de coartada para deslizar valiosa información al oyente. También hay casos puntuales de magistral ironía y sarcasmo, rozando el mal gusto, que mejor dejaré para otra ocasión más informal.

-Me comentabas que la primera grabación de un tema de aire asturiano fue obra de un andaluz. ¿Podrias ampliarme ese aspecto concreto y abundar en cuáles fueron las primeras grabaciones de asturianadas?
Los Aires Montañeses de Antonio Pozo “El Mochuelo” son de 1900. Era un tipo interesante, sevillano, un bohemio muy versátil que cantaba de todo y lo hacía bien. En Oviedo lo acompañaba el gaitero Manuel Borreguera, con quien grabó en Londres en 1911. Tengo información sobre una “Praviana” grabada en 1896, pero este tipo de registros itinerantes eran muy precarios y está perdida. El Gaiteru Libardón grabó en 1901 y en aquella época se citaba a los artistas en habitaciones de hoteles y otros espacios no acondicionados para la grabación. Se hacía un toma entera y si algo fallaba repetían desde el principio. El resultado eran los cilindros de cera y los gruesos discos de pizarra.

-¿En toda su investigación por distintos archivos hizo algún hallazgo digno de mencionar? ¿Alguna sorpresa?
Francia, Argentina, Portugal, España, Asturias… Nadie imagina lo que llevo recorrido y a mi tesis la complementan 480 audios elegidos entre más de 5000 de mi archivo. Creo que lo más gordo fue en el Museo de Etnografía de Ginebra (Suiza). Tenían en un sótano casi un centenar de grabaciones que el profesor Constantin Brăiloiu tomó en 1952 en Asturias y los textos manuscritos del viaje. Yo tengo todo ese material y lo presenté en 2012 en el VIII Congreso de la Sociedad Española de Musicología, de la que soy miembro. La gente no daba crédito. Alguno casi cae de la silla. Ojalá algún día puedan publicarse aquí porque además tengo todas las autorizaciones.

-¿Alguna canción que haya encontrado, algún cantante que le haya emocionado o interesado especialmente?
El 80% del repertorio ya no se canta, y lo aseguro porque en tema asturiano tengo más grabaciones que la Biblioteca Nacional. Y hay asturianadas preciosas. Supongo que las desechan porque «no lucen» en los concursos. Por otra parte, la historia de muchos intérpretes de asturianada es una novela salpicada de detenciones en comisaría, escándalos públicos, excesos etílicos, rivalidades personales y hazañas amatorias que darían un excelente guión para una novela o una película de Hollywood. Por ejemplo, en 1927 a Prudencio Merino “El Polenchu” le hicieron una suscripción popular para viajar y grabar en Madrid, pero él se lo gastó en juergas nocturnas. En 1944 la policía secreta se dirige a casa Óscar García, gran cantante, comunista y ex recluso de la Cárcel Modelo, para detención preventiva, pero no lo encuentran. Y resulta que está en la Diputación Provincial porque es un acreditado camarero y atiende la mesa presidencial donde se sienta el mismísimo caudillo… En fin. Hay muchísimas historias interesantes. Eran unos tipos increíbles, auténticos «bluesman» a la asturiana.

-¿La tonada hay que preservarla en su esencia o apostar por la experimentación y la evolución?
Como cantante yo apuesto por las dos cosas: ortodoxia y heterodoxia. Hay que llevar las canciones más allá de donde las encuentras. El purismo es una tontería para aficionados intolerantes que no entienden cómo funciona el arte y viven permanentemente en el pasado. Mira, yo acabo de publicar un triple CD con 75 asturianadas tradicionales, con instrumentos originales y recuperando los primeros manuscritos conocidos para voz y piano. No es folclore, es música antigua y pura ortodoxia. Sin embargo en el Concurso y Muestra que vosotros patrocináis aquí en Oviedo, en 2007 quedé campeón cantando asturianadas a la gaita con bases electrónicas y otros tres músicos acompañantes.

-Los concursos actuales parecen garantizar el futuro del género. ¿Por qué cree que sigue teniendo interés para la gente joven?
Sobre los concursos, yo pienso que están bien, pero no basta. Se canta apenas el 20% de lo que hay, así que hay que regular la enseñanza. No sería algo malo y no va a significar la muerte del género. La asturianada siempre estuvo en el campo y el chigre. Nadie la quiere sacar de ahí. Pero lo mismo que la gaita, tendrá que entrar en el conservatorio. Y llegará alguien que ofrezca un recital de asturianadas en el Teatro Real. Necesitamos Rosalías, Sinatras y Ninos Bravos de la asturianada. El talento no basta, hay que trabajar. Siempre hubo y hay muchísimas grandes voces que se echaron a perder por falta de conocimiento y educación musical. Es un hecho que podría evitarse fácilmente con formación. Hay que saber respirar, entonar, conocer los tipos de asturianada y dominar los estilos de canto, que son muy antiguos y algunos están casi perdidos porque nadie los canta.
La juventud no es tonta y percibe como suya esta forma de cantar aunque no sepan explicar porqué.
Donde las letras hablan, las barbas callan. Un título profesional de música es una acreditación importante, implica que pasaste rigurosas escalas de conocimiento sobre lo que cantas. Debemos producir profesionales y darles un método escrito. Lo que no se escribe desaparece con más facilidad, porque la escritura es la única esperanza que nos queda y por eso entre las más de 600 páginas de mi trabajo también hay unas 140 dedicadas solo a transcripción.