Cuando empecé en el Conservatorio del Nalón, había muchísimos chavales aprendiendo música. Hijos de trabajadores la mayoría, como en mi caso nietos de obreros de las minas o los talleres de siderurgia y metal de la zona, pero también venía gente de todo el valle, de familias campesinas de la parte alta o de las ciudades de la parte baja. Todos querían estudiar música en aquel Conservatorio Elemental, el único de toda la zona.
Recuerdo que en varias especialidades la lista de espera era larga. En violonchelo no era así, y entré directamente tras la inexplicable atracción por el instrumento. De aquel tiempo recuerdo los primeros años de solfeo con Isabel Muñoz, las clases con Nacho Alonso, y sobre todo la orquesta. A los 3 o 4 años tuve una crisis con el chelo, porque me aburría de tocar solo. Entre el colegio y el Conservatorio casi no me quedaba tiempo para ir a la rondalla, donde me decían que los estudios eran lo primero. Entonces conocí al profesor de guitarra Manuel Paz, que dirigía la orquesta, y me ofreció entrar en ella. Debía ser el año 1994.
Allí pasé horas tocando con algunos chavales de mi edad y otros mayores que yo, y la verdad que empecé a recuperar el entusiasmo por la música. Me sirvió de refugio para olvidar las cosas malas que a veces pasan en la vida, y también comprendí el valor de tocar en grupo, aunque musicalmente ya tenía bastantes horas de vuelo gracias a la rondalla.
En 1994 hice la prueba de acceso al Grado Medio, y afronté los 6 años de ciclo con ganas, y tocando muchísimo. Llegué a ser el principal de mi cuerda, y empezaron a prodigarse los conciertos y los viajes con la orquesta, siempre de mano de Manuel Paz. También empecé a participar en otros grupos y grabaciones con profesores como Ton Prendes, del que guardo muy buenos recuerdos hasta que dejó de dar clases en el centro. En aquel tiempo ya no tenía tiempo para ir a ensayar con la rondalla, y recuerdo que la directiva me reclamó la mandolina que usaba. Entonces Ton hizo una colecta entre los profesores del conservatorio y me compraron una nueva, para que no dejara de tocar. También gracias a Ton Prendes grabé en un proyecto llamado Xaranzaina, donde conocí a músicos como Pedro Bastarrica o Gabino Antuña, a gente asturianista como Pablo Manzano, Nacho y Esther Fonseca, y toqué por primera vez en el teatro Campoamor de Oviedo.
Aquello fue el comienzo de unos años maravillosos de conocer sitios y gente nueva. De poner los cimientos a una carrera musical que comenzaba, y de darme a conocer en el ambiente musical que me rodeaba. Era 1995.